sábado, 25 de abril de 2009

LOS TRILLIZOS




Ese era un pescador que iba a pescar; echó la red y salió un pez muy gordo, dice:

- Apártame cuando llegues a tu casa: le vas a dar tres tajadas a tu mujer, tres tajadas a la yegua que llevas, tres tajadas a la perra, tres tajadas...

Y cuando llegó, fue a casa, hizo eso: echó tres a la perra; tuvo tres perros ¡tan bonitos!, con tres luceritos en la frente. Luego la jaca tuvo tres caballos, con tres luceritos en la frente, igual. Y en el pozo, siembra tres tajadas también, y salió el pez espada...

Cuando ya los niños fueron grandes, pues cada uno partió: su caballo, su espada: cada uno tenía la suya, ya que eran grandes, y su perro, cada uno su perro y su...

Y ya que los niños fueron grandes, dice uno:

- Pupá, yo me voy a ir a correr mundo. ¿Y qué hacemos? ¡Estamos aburridos, aquí nada más nosotros...!

Bueno, pues se fue; cogió uno su caballo y se fue por ahí. Y llegó a un pueblo que no había nadie. Todas calles, y todos -eran cerca las doce-, cerrando las puertas.

- ¡Vayase usted, vayase usted, que viene un elefante y se come todas las criaturas!

Pero él no entendió de chica. Allí llegó con su caballo, su perro: salió el elefante, se lió a luchar con él, y lo mató. Y el rey había dicho que el que matara al elefante, le tenía que llevar las siete cabezas.
Cuando ya pasó aquello, que mató, empezó todo el mundo a salir, que había matado al elefante. Dice uno:

- Pero, mire usted que tiene que llevar las siete cabezas.

Y él ya había cortado las siete lenguas. Y dice que no entendió chica, pero, cuando llegó uno, cortó las cabezas, se las llevó al rey. Y dice:

- ¡Pero no tienen lengua! Entonces él presentó las lenguas: se casó con la hija del rey. Cuando pasó, se fueron al mirador, y dice que empezó a mirar, y dice:

- Esto que se ve allí, ¿qué es lo que será?

Dice:

- ¡Uy!, eso es el castillo Irás y no Volverás. ¡No vayas tú a ir allí nunca!

Dice:
- Pues yo quería echar un paseo, a ver...

- No, pues, no vas tú, que no vas... ¡Nada, pues tiene que ir gente contigo! Pero fueron gente con él. Correteó para acá y para allá, y se fue al castillo de Irás y no Volverás. Salió una viejecita:

- ¿Quién mal te quiere que por aquí te envía, hijo?

- Mi mala suerte o buena, madre anciana.

Bueno.

- Espera, que te voy a enseñar aquí una cosa.

Cuando entró, le pegó un empujón y lo echó en un sótano que tenía, y allí lo dejaron allí solo. Bueno, pues él había dejado una mariposa (que se pone en la camilla) llena de agua y le había dicho el hermano:

- ¡Uy, hermano, el agua está turbia; el hermano está en peligro.

Tengo que buscarlo!

Dice la madre:

- ¡Ay, hijo mío, ya se va a ir otro, ya se va...!

Pues cogió y se fue. Pues él vino a salir a palacio otra vez. Empezó la gente en seguida:

- ¡Uy, ahí va el yerno del rey! ¡Uy!, ahí va.

Todos acudieron en seguida, empezaron a tocar las campanas, y...

- ¿Yo qué hago?

Pues nada, se conformó. Entró y se abrazó en seguida la mujer a él.
Y él no sabía ni qué decir ¡porque como no era!

- ¡Uy, parece que vienes tonto. Yo no sé lo que te pasa! ¡Yo no sé lo que a ti te pasa que parece que estás tonto!

Pues al otro día, se levanta y se va a ver al mirador otra vez.

Empieza a mirar, y dice:

- ¡Oye!, aquello que se ve allí, ¿qué es?

Dice:

- ¡Oy, me lo vas a preguntar, ahora! Donde tú te perdiste, que tanto tiempo has estado perdido. ¿Y ahora me vas a preguntar? ¡El castillo de Irás y no Volverás! ¿No te lo dije?

- Pues mañana voy a ir yo a dar otra vuelta, que se me ha olvidado una cosa.

Bueno, pues dice que al otro día...

- Pues tú no vas solo; tiene que ir más gente contigo; tiene que ir más gente contigo.

Fue más gente, pero ya no... Se perdió de ellos y se fue al castillo de Irás y no Volverás.

Cuando llegó, salió la viejecita y dice:

- ¡Hombre!, ¿quién mal te quiere que por aquí te envía?

Dice:

- Mi mala suerte o buena, madre anciana.

Dice:

- Pues entra, hijo, entra, que te voy a enseñar una cosa que tengo que te va a gustar, ¡verás! El pobre va a entrar, y hace como el otro.

Cuando empieza a echarlo de menos, que no aparecía, y mira el otro la garrafa, y dice:

- ¡Momá, mi hermano está en peligro! Yo me voy a buscarlo.

Dice:

- ¡Ay, me vais a dejar sola, hijo, que me vais a dejar sola, que no te vayas...!

Cogió y se fue para donde tenía que ir, pues a palacio. Y empezó todo el mundo:

- ¡Ay, ya está ahí el yerno del rey! ¡Uy!

Empezaron a tocar las campanas, y mucho jaleo la gente. Y pasó lo mismo que al otro.

Dice:

- ¡Que mi hermano se habrá casado con la hija del rey! ¿Que hago yo? Yo, ¿qué hago yo? Me haré el tonto...

Aquella noche se acostaron como si fuera...

Dice:

- Yo no sé lo que a ti te pasa, que yo no te comprendo. ¡Yo no entiendo! Pero bueno..., ¡que ya pasará! Bueno, pues dice que ponía de noche, cuando se acostaba, ponía la espada...

Al otro día, dice que hizo lo mismo que el otro: empezó a pasear por la casa, para allá y para acá, y subió arriba, y...

- ¡Oye, niña!, aquello que brilla allá, ¿qué es?

- ¿Otra vez quieres que yo te lo diga? Donde tú te perdiste. Si, ¿no te lo digo yo? ¡Parece que vienes tonto; no sabes nada, ni conoces nada, ni nada!

Dice:

- Pues yo quería ir allí.

Dice:

- Sí, ¡otra vez vas a ir tú! ¡Tú no vas más por ahí, que te pierdas otra vez! ¿no? ¡Pues tú no vas más!

- Yo quería ir a ver, a conocer eso, aunque venga más gente conmigo, pero yo voy a ir.

Pues hizo lo mismo que con el otro. Cuando le pudo dar de lado a la gente, se fue al castillo. Sale la viejecita, dice:

- ¿Quién mal te quiere, que por aquí te envía, hijo?

Dice:

- Mi mala suerte o buena, madre anciana.

- Entra, hijo, entra.

Dice:

- ¿Que entre? ¡Yo qué voy a entrar!

-¡"Pum"!, y le pegó un manotazo y mató a la vieja.

Y entonces él, cuando entró, cuando ya mató a la viejecita, empezó a mirar, a registrar por allí. Y se encontró al sótano y los dos hermanos que estaban allí metidos. Sacó los hermanos, y ya se montaron a caballos, y se fueron ya los hermanos y él a buscar palacio. Y ya van por el camino... Empieza el hermano a contarle:

- ¿Tú te has casado con la hija del rey?

Dice:

- ¿Pues qué, tú has estado con mi mujer?

Dice:

- No hombre, pero...

Claro, allí armaron mucho jaleo y...

- ¡Que has estado tú con mi mujer! ¿no? Y se lió con la espada allí y mató a los hermanos.

Ya que se fue hacia palacio, cuando llegó a palacio, se entró en la casa.

Cuando aquella noche se fueron a acostar, puso la espada por medio. ¡No!, no puso la espada por medio, dice:

- ¿Pero ya has cumplido la promesa?

Dice:

-¿¡Qué promesa!?

Dice:

- ¿Tú no habías hecho una promesa de no estar conmigo hasta que no pasara tiempo? La promesa que has hecho, ¿ya la has cumplido? Ya él dijo:

- Esto es que no han estado mis hermanos... -no con la mujer, que no había estado con la mujer.

Y ya el pobre, dice que no pudo dormir aquella noche dando vueltas, deseando que fuera de día. Dice:

- Yo me voy a ir por ahí a echar un paseo.

Dice:

- Veremos a ver, a ver si te pasa como siempre: te alejas de manera que te pierdes, ¿no?

- Pues yo no sé por los sitios; pero yo me volveré, ¡descuida! ¿Y dónde fue? Fue en busca de los hermanos. Y entonces dice que los curó. Cuando ya estaban buenos los tres, dice que se montaron los tres a caballo y fueron a palacio. Y ya la reina ya no sabía cuál era su marido. Miraba uno..., miraba al otro..., y no sabía cuál era su marido.

Y ya se ha acabado el cuento.


María Fernández. Fernández. Arahal, 1991.

Versión oída en la provincia de Sevilla.

REVISTA DE FOLKLORE
Caja España
Fundación Joaquín Díaz

Imagen: http://www.sevillasigloxx.com/2007/12/dragones-modernismo-y-plaza-de-espaa.html

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viernes, 24 de abril de 2009

EL TRONADOR

El Tronador


HISTORIA DE LA MONTAÑA QUE TRUENA


Cuentan que hace muchísimo tiempo vivía en la cordillera un pueblo de guerreros, un pueblo al que los otros llamaban "El enemigo invencible".

No tenían vecinos ni aliados, porque el primero que se animaba a entrar en su territorio sin autorización era esclavizado o aniquilado.

Dicen que no hubo país donde las piedras y las flores fueran más rojas, porque allí la sangre de las guerras había penetrado hasta las capas mas profundas de la tierra.

Entre los invencibles no había lugar para los débiles: los niños mamaban el valor, de los pechos ceñidos de sus madres y allí mentándose con carne cruda se convertían en hombres altos y fuertes como montes.

Este pueblo tuvo un jefe valiente y formidable llamado Linko Nahuel, el “tigre que salta”. Era tan valeroso como feroz, y cuentan que si alguien hubiera podido navegar en los ríos de sus venas hubiera visto hervir la sangre.

Entre todas las montañas del país de Linko Nahuel se distinguía el pico nevado del cerro Amun-Kar, el monte sagrado que es el trono de Dios.

Dominaba el paisaje con sus laderas que subían verdes y boscosas.

A veces, la montaña se transformaba, lanzaba humo y fuego hacia el cielo, bombardeando a los Mapuches con rocas incandescentes que parecían las tokikuras de Dios.

Y la gente le tenía más miedo que a la furia de Linko Nahuel.

Un amanecer, mientras acampaban en el gran valle que se encontraba a los pies del Amun-Kar, los centinelas, bajaron corriendo las laderas para contar lo que habían visto. Miles y miles de enanos armados, avanzaban por la cuesta de la montaña sagrada.

Linko Nahuel sintió como la cólera le subía por el pecho, como sus brazos ansiaban descargar un golpe contra los invasores que ni permiso habían pedido; él los aplastaría, una vez más la sangre correría por las sendas y los arroyos.

Pero Linko Nahuel también era astuto, y conocía el valor de los planes. Por eso llamo a sus segundos y les ordeno:

Vayan a entrevistarse con el jefe de los enanos. Cúbranse con cueros de guanacos y puma, píntense la cara del modo más horroroso y adórnense con las plumas de choike mas largas y oscuras que tengan. Y sobre todo, ya saben, mirada severa y pocas palabras. Así los intimidaremos. Ya van a ver cuando comiencen la retirada, ahí caeremos sobre ellos”.

Los emisarios se fueron confiados, pero volvieron humillados y furiosos a rendir cuentas ante Linko Nahuel: -“Los enanos son gente de montañas y planean quedarse a vivir en el Amun-Kar, no conocen tu nombre y no tienen miedo de la ira de Dios. Son tan chiquitos como un anchimallen, pero hay que reconocer que son valientes y tantos, que cuando nos rodearon no veíamos nada mas allá”.

Entonces Linko se dispuso para la guerra y partió. Trepaban la cuesta, cuando sorpresivamente los enanos se lanzaron desde arriba sobre ellos, hiriéndolos con miles de flechas y lanzas diminutas.

Defenderse era difícil. Linko alentaba a los suyos para alcanzar a los pigmeos, pero estos se protegían detrás de paredones y salientes, y desde allí empujaban la nieve y piedras que caían en alud sobre el ejercito invencible.

Los enanos eran muchos y rodearon a los mapuches.

La tierra y la nieve se teñían de sangre, y Linko Nahuel, enfurecido, pedía refuerzos con gritos desaforados.

Los enanos se dieron vuelta y comenzaron a huir con extraordinaria agilidad montaña arriba dejando atrás a Linko Nahuel, que los perseguía. Pero los guerreros de Linko eran gente de los valles y de las hondonadas y no podían competir con sus enemigos, que milagrosamente se perdieron de vista.

La trampa estaba tendida: los enanos salieron de sus escondites y los atraparon uno por uno.

El cacique de los enanos dictaminó su sentencia: “Todos los prisioneros mapuches deberían subir hasta la cumbre y desde allí serian precipitados; él último en caer seria Linko Nahuel, para que viera la muerte muchas veces antes de dar su último salto”.

Penosamente subía el tigre derrotado pisando por primera vez las rocas de la cima. Cuando el enano dio la orden de detenerse ataron a los prisioneros de pies y manos y comenzó el castigo.

Empujaron al primer mapuche al precipicio.

Erguido y rígido, Linko miraba la distancia, ese paisaje nuevo que no lo dejaba recordar, que aplacaba por primera vez su sangre huracanada. Entonces se escucho el primer estruendo, los estallidos interiores de la montaña de Dios.

Las rocas volaron en mil pedazos. Un viscoso lago de fuego arrastró a los mapuches y enanos, que mezclaron sus gritos Y quedaron confundidos en la misma ceniza.

Y Dios dispuso que los dos jefes se sentaran frente a frente, para que contemplaran juntos el horror, provocado por la osadía de llevar la guerra a su montaña. Para que el castigo fuera eterno los convirtió en piedra; y desde ese entonces fueron cubiertos muchas veces por la lava ardiente o el hielo, condenados a escuchar el tronar intermitente de su furia.

Por eso la gente del valle ya no llama al cerro Amun-Kar sino Tronador, y dicen los mapuches que los dos caciques esperan en vano el día en que Dios se duerma y puedan despertar ellos para vengar a sus pueblos.


Fuente: Mauchaulil. Cultura fálica en Chile.

jueves, 23 de abril de 2009

VIGILANTES DE LOS ELFOS



Cuando los Elfos llegaron a la Tierra desde sus inexpugnables moradas, acostumbraron a habitar en medio de los bosques vírgenes.

Trataron por todos los medios de mantener alejada a la Gente Grande de allí, y para ello utilizaron a Vigilantes, seres humanos sometidos a los Elfos por poderosos encantamientos.

Cuando un ser humano entraba en sus posesiones, los Vigilantes daban aviso a los Elfos y estos, la mayor parte de las veces, los sometían a tormentos despiadados hasta que morían.

Sólo los poetas y los soñadores podían tener alguna posibilidad de salvarse de las maldiciones élficas, aunque poco les duraba la suerte si caían en manos de los Vigilantes, celosos de su fortuna y condenados a no poder huir de los Elfos.

miércoles, 22 de abril de 2009

EL PALO NEGRO

PALO NEGRO - Leptocarpha rivularis


Para las grandes mareas -llamadas pilcanes- la playa se llena de mariscadores, pero esa mañana había una joven solitaria en ella.

La gente trabajaba en su agricultura, aprovechando el buen tiempo.
Ella había completado su carga y andaba dando vueltas las piedras por si encontraba huevos de pescado.

En eso se topa con un palo negro, debajo de un peñasco, que comienza a hablarle. Ella quiso arrancar, pero la voz le dijo que se espere y en un de repente ¡zas!, y aparece un hombre pequeñísimo y le dice:

_"¡Oye! ¿Cómo te va?"

_"Yo como siempre", le contestó. ¿Tú debes ser el Trauco?, inquirió turbada la joven.

Pero el hombrecito no le respondió.

_"Mira -continuó- yo ando buscando mujer y me gustaría que tú fueras mía".

_"Pero yo soy a cuenta una niña", se defendió la chica, tratando de escapar, pero no podía porque sus alientos ya se los tenía él.

_"Eso no debe preocuparnos, agregó, porque podemos cambiar de figura". Y, en un abrir y cerrar de ojos, ya no fue más chiquitín, sino un hermoso joven, bien trajeado, con dientes de oro y reloj de oro.

Y para hacerle creer a la niña que la quería se sacó uno de sus dientes dorados y se lo pudo a ella. Y la niña que era engañada, le creyó que la quería y dejó que fuera su esposo.

El Trauco partió con ella a vivir a la orilla de un río. A la chica la convirtió en piedra y él entró a vivir debajo de ella. Y la niña, que nunca imaginó que iba a ser así su vida, lloraba su cautiverio y de dolor, porque la dejó muy pequeña y dura.

Los domingos se convertían en pancoras de mar, pero también era incómodo. Bajaban hacia la playa y se distraían mordiendo a los marisqueros.

Pero en uno de esos viajes el Trauco se fue enamorando de una pacora verdadera. Con esto el Trauco le devolvió sus alientos a la joven, y ella quedó liberada, pudiendo así recuperar su forma humana y regresar a su hogar.


(Relato de la tradición).
Renato Cárdenas Alvarez.
"EL LIBRO DE LA MITOLOGÍA historias, leyendas y creencias mágicas obtenidas de la tradición oral".
Chiloé, 1997.
Fuente:
Diccionario de Mitos y Leyendas - Equipo NAyA
http://www.cuco.com.ar/

http://compartiendoculturas.blogspot.com/2010/04/el-trauco.html

martes, 21 de abril de 2009

TELESITA


Cierta vez, en los montes de Santiago del Estero, habitaba una jovencita Telesfora Castillo, Telesita para quienes la conocían y la querían.

Vivía sola, sin que se le conociera familia ni casa donde habitar.

Suponían que era muy pobre ya que se presentaba vestida casi en harapos y descalza. Llevaba un cantarito de agua sobre su cabeza en algunas oportunidades y en otras un poco de leña.

De tanto en tanto aparecía atraída por los ecos de la música. Amaba la música y la danza, se apartaba del grupo de gente y sola bailaba acompañando los compases de la música, dando golpes sobre su cantarito, bailaba marcando los pasos de la danza con pies tan leves que parecía no tocar la tierra.

Cuando amanecía y la fiesta llegaba a su fin, todos veían a la Telesita regresar al bosque, hasta que hubiera otra.

Cuando se hizo otro baile, Telesita no acudió a la fiesta, todos advirtieron su ausencia. Fue inútil que pusieran la música fuerte, esperando que así viniera. Todos preocupados, inquietos y afligidos los hombres salieron a buscarla, internándose en el bosque nocturno.

Recién al otro día hallaron su cuerpo sin vida, quemado junto al fogón al que seguramente se arrimaba para pasar la noche.

Imagen: http://tardesamarillas.blogspot.com/2010/07/mujeres-santiaguenas-tres-generaciones.html

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lunes, 20 de abril de 2009

YGGDRASIL



EL ÁRBOL DEL MUNDO DEL MITO NÓRDICO
(Tor Åge Bringsværd)


Este inmenso fresno de dimensiones prodigiosas sostiene al universo.

Es el Siempre Verde, el Poderoso Fresno, la fuente de la vida, vida eterna y polo axial del mundo.

No existe mito alguno sobre su creación, por lo que es entonces fuente primordial, es el Árbol de la Existencia y nutre todo la vida.

La vida en el norte era bastante dura para las tribus nómadas que decidieron asentarse a lo largo de las costas, por no poder ir más lejos.

Los Gigantes de Hielo mandaban terribles tormentas que bajaban de las montañas.

Las bestias salvajes, los trolls y los malos espíritus vagaban por los territorios vírgenes, y monstruos extraños hacían naufragar los barcos de estos pueblos que fueron creando una complicada cosmogonía a partir de su experiencia.

Estas tribus eran rudas y guerreras y las protegían sus dioses.

Ante todo, honraban a Odín, el Padre de Todo, primero entre los dioses Aesir, quienes llegaron a convivir con los Vanir para conformar la cultura nórdica. Y el Fresno Yggdrasil era el centro del Todo.

El reino de Odín está formado por los Tres Planos que contienen los Nueve Mundos que surgen de y están unidos por Yggdrasil.

En AsgarthR habitan dioses y diosas. Es el plano más alto y representa la individualidad.

Para llegar a AsgarthR –o Asgard- uno tiene que cruzar el puente de Bifrost, que es el arcoíris. Contiene muchas salas y casas en las que reinan los diferentes dioses. Valhalla es la sala principal, donde reina el Padre de Todo, cuyos nombres pueden ser Odin, Woden o Wotan, y su consorte e igual, la Madre de Todo: Freyja, Frigg, Frigga, Freya, y donde van las almas de los guerreros caídos en batalla. Este es el reino de myne, la memoria, y hugh, el intelecto.

Hay otros dos mundos en el primer plano.

En el segundo está MidgarthR, o la tierra media, que representa las cuatro direcciones y los cuatro elementos. Es por supuesto esta tierra es donde se desarrolla la humanidad, nuestra realidad. Representa la personalidad, el ego y la conciencia y aporta estabilidad de orden en los Nueve Mundos.

De los cuatro reinos de Midgard, el del Norte o Northi está el origen de las aguas envuelto en hielo. Es la tierra de la niebla y un campo de magnetismo y contradicción. Nada puede sobrevivir en esta zona de no existencia. Su opuesto es el reino de Suthri, en el Sur: la casa del gigante de fuego, donde las brotan las fieras chispas de vida y de todas las formas de energía positiva. Entre el Norte y el Sur se da el balance de Hielo y Fuego que permite la vida.

Al Oeste está VanaheimR, -sobre las aguas- la tierra de los Vanir, dioses y diosas que promueven la fertilidad. Su atributo es la intuición y los sentimientos, y al Este Austri, el reino de los gigantes, donde el cambio es constante y se da ala evolución. El Este representa aquí el pensamiento lógico.

En el nivel o plano siguiente se encuentra el Inframundo, donde se adentran las tres raíces de Yggdrasil. Ahí encontramos el mundo de los enanos oscuros o SvartalheimR, que es el reino de la forma y la formación de la humanidad. Todo lo que en este reino se forma se manifiesta en Midgard.

En este tercer nivel está también HelheimR, el reino de los muertos y territorio indiscutible de la diosa Hel, hija de Loki, quien está más allá de la vida y de la muerte. Es donde van las almas a renacer, los ancestros están siempre presentes y de hecho nutren a los vivos con esa presencia. Las tres raíces se nutren de tres distintos pozos. Uno está en la tierra de los vanir y es el Pozo de Wryd, donde viven las Nornas, diosas del destino, y contiene todo el conocimiento cósmico desde los principios del tiempo. La segunda va al Pozo de Mimir en la tierra de los gigantes, donde yace la sabiduría y la inteligencia, y la tercera llega hasta el Pozo de Helvelgamar junto a las puertas del reino de Hel. Las tres raíces producen un fluido mágico llamado aurr, probablemente la sangre lunar que yace secretamente bajo todos los mitos del elixir universal. Muchas cosas suceden en este árbol, por supuesto. Es eternamente carcomido y eternamente restaurado. De su madera surgió el primer hombre, Askr, y de la de un olmo Embla, la primera mujer.

(Aquí un paréntesis para decir que, según historiadores medievales, el olmo, o Ulm, era sagrado para las Amazonas adoradoras de la Diosa –seguramente Vanires- en arboledas sagradas, sobre una de las cuales se fundó la ciudad del mismo nombre, Ulm, en Alemania)

El poder de todos los símbolos contenidos en Yggdrasil es considerable. Une cielo y tierra, se sumerge en las profundidades. Es cobijo, refugio y hogar de la naturaleza. Es a la vez pasado, presente y futuro y como todo arquetipo, tiene sus partes oscuras y luminosas, pero en principio es la renovación de la vida, manteniendo el balance entre las fuerzas constructivas y de destrucción, fuerzas moralmente neutras e inevitablemente necesarias.

La cosmogonía de este Fresno del Mundo es mucho más compleja de lo que puedo contar en este texto. Está contenida en los primeros siete capítulos del Edda en prosa, aquí su autor Snorri Sturluson (S. XIII) ofrece una serie deliciosa de historias e imágenes en las cuales podemos entender a los gigantes, enanos, pozos, dioses, etc., como metáforas de la psique y experiencia humanas.

Extracto del artículo “El bosque sagrado”, de Elizabeth Ross, publicado en enero del 2002 en Acento, la voz de Michoacán.

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domingo, 19 de abril de 2009

TAKAURR, EL ANCIANO




Así se iban dando las cosas por la Patagonia. Los animales estaban distribuidos en ella; los bosques rebosaban de vida; los Chónek gozaban del Guanaco, su inagotable fuente de alimento y vestimenta.

Elal se veía satisfecho por su creación y disposición de lo hecho.

Constantemente acompañaba a grupos de cazadores para enseñarles mayores detalles y trucos de cómo hacerse de Chulengos y Choiques.

A todo esto, el padre de Elal-Nóshtex-, a raíz del fracaso de su hermano Gosye ya convertido en Ballena, decidió ir personalmente a la Patagonia para terminar de una buena vez con la amenaza que representaba su hijo. Para eso, el gigante se transformó en un anciano curandero llamado Takaurr.

La mejor forma que tenía él de acercarse a su hijo sin ser descubierto era ganándose la confianza del cazador fiel al héroe mítico. Este se llamaba Wekne; era el símbolo de la lealtad y el valor entre el pueblo Chónek.

El legendario cazador, persiguiendo una vez a un Chulengo herido, se internó en el bosque, tras la presa que ya creía segura.

Allí se extravió y al salir, en el deslinde del bosque fue atacado por un feroz Puma que de un zarpazo le desgarró la garganta. Antes de caer, Wekne logró tender su arco y atravesar el cuello del Puma con una flecha que le dio muerte.

Herido, llamó a sus camaradas; tan sólo se le apareció un anciano desconocido que, después de alzarlo, se lo llevó a su cueva. Mientras marchaba cargando con el nativo al hombro, el viejo le habló en voz alta diciéndole que el Puma le temería, porque era fuerte y valiente como Elal. Profetizó que los Chónek gritarían el nombre de Wekne.

Ese día y esa noche, el cazador permaneció inconsciente en la cueva.

Al amanecer, despertó, somnoliento, completamente curado.

Asombrado, apenas si cambió palabras con el anciano curandero.

Cuando regresó con los suyos, contó la extraordinaria aventura que había vivido. Sin embargo, nadie le creyó -a pesar de su insistencia-, ni siquiera habiendo traído el cuero del Puma con la flecha clavada en su cuello, y la cicatriz que aquel le había causado con sus garras.

El brujo Takaurr apareció posteriormente en la toldería de los Chónek y ratificó las palabras de Wekne. El anciano les enseñó a los viejos el arte de curar las heridas y les entregó el talismán, atributo de los brujos.

Elal sospechaba del viejo curandero, pero nada podía hacer para desenmascarado ya que este era muy cuidadoso de cada paso que daba.

Como Takaurr no lograba ganar la confianza de su hijo, convocó a uno de los Malos Espíritus para que lo ayudase.

Vino Maip, quien aletargó y durmió con su aliento helado a Terr-Werr, la "abuela" del héroe.

Esta permaneció dormida mucho tiempo.

Cuando trascendió la fama de los milagros que realizaba el brujo Takaurr, Elal fue a su encuentro para pedirle que sanara al Tucotuco.

El anciano cumplió de inmediato con el mandato de Elal.

El roedor, apenas abrió los ojos, descubrió la verdadera identidad del brujo, pues advirtió que cuando este se asomó a la entrada de la caverna, todas las Nubes rápidamente se dispersaron por el firmamento, asustadas al darse cuenta de que en realidad Takaurr era el gigante Nóshtex, quien había dado muerte a la nube Teo.

El gigante se vio acorralado; temeroso de Elal, regresó por ayuda a la Isla Legendaria.


Fuentes: http://elal-patagonia.blogspot.com/2009/03/ciclo-heroico.html

http://compartiendoculturas.blogspot.com/2010/02/elal-y-sus-inventos.html
http://compartiendoculturas.blogspot.com/2009/04/shintaukel.html